1.La microbiota es el conjunto de microorganismos, sus genes y sus metabolitos activos que alberga nuestro organismo (bacterias, levaduras, virus, parásitos, …), algunos de cuales son potencialmente patógenos (causantes de enfermedades) mientras que muchos otros beneficiosos y necesarios (inofensivos).

La microbiota intestinal se refiere a la microbiota que vive en nuestro intestino, que supone la gran mayoría y es donde tienen lugar los acontecimientos más importantes. Su distribución a lo largo del tracto gastrointestinal (estómago, intestino delgado, colon, etc.) no es la misma ni en cantidad ni en diversidad.

2. La formación de la microbiota intestinal comienza desde la concepción, alcanzando la madurez (lo que sería una microbiota intestinal “adulta”) a los tres años. Por tanto, este período es el más importante para su programación, lo que se denomina ventana de oportunidad. Los acontecimientos ocurridos durante este período -gestación, lactancia, introducción de alimentos, …- y las condiciones en que se produzcan, determinarán el presente y futuro de esa microbiota.

3. Sin embargo, durante el resto de nuestra vida y durante la edad adulta existen múltiples factores que pueden afectar y modificar la microbiota. Los más importantes son la alimentación, el estrés crónico, el uso de antibióticos, una higiene excesiva y el consumo de sustancias toxicas (alcohol, tabaco u otras drogas).

4. La microbiota tienes múltiples e importantes funciones, entre las que encontramos:

– Metabolizar distintos alimentos que no se podrían digerir de otra forma.
– Descomponer fármacos y toxinas.
– Regular muchos aspectos de la inmunidad innata y adquirida (protegiendo de infecciones e inflamación crónica).
– Influenciar de manera relevante en el desarrollo neuronal, en el aprendizaje y en el comportamiento, a través del eje microbiota-gut-brain axis (microbiota intestinal-intestino-cerebro).

Microbiota y cerebro: 6 claves para entender su relación

Eje microbiota intestinal-intestino-cerebro

5. Así es, estómago, intestino y cerebro están íntimamente relacionados, teniendo una comunicación multidireccional. Esto quiere decir que lo que piensas y sientes, afecta a tu bienestar intestinal, al igual que los alimentos que ingieres afectan a tu bienestar emocional. ¿Cómo es posible? A través de diferentes vías:

– Por un lado, el nervio vago, que implica una conexión neural directa y, por tanto, una gran influencia, entre cerebro e intestino.

– Además, la microbiota intestinal tiene la capacidad de producir ciertos aminoácidos -como el triptófano- y neurotransmisores fundamentales para el funcionamiento cerebral -por ejemplo, GABA, dopamina o serotonina (el 95% de esta hormona conocida como la hormona de la felicidad y el bienestar se forma en el intestino y, aunque no puede atravesar directamente la barrera del cerebro, sí tiene una gran influencia en la producción y actividad de la serotonina cerebral).

– La permeabilidad intestinal hace que se aumente el paso de sustancias tóxicas a través del intestino. Esto estimula la liberación de citoquinas proinflamatorias que, a través del nervio vago, pueden alcanzar el cerebro y modificar sus funciones.

Esta conexión intestino cerebro es fácil de entender si nos paramos a pensar y observar: ¿Cuántas veces tras un momento estresante como una discusión, un examen, un cambio de trabajo o una mudanza, tu tracto intestinal cambia de forma brusca? ¿Es casualidad que la mayoría de los problemas y trastornos mentales estén acompañados de sintomatología intestinal? ¿O que una gran parte de las personas con trastornos digestivos manifiesten signos y síntomas como ansiedad y depresión? Sin duda refleja que la conexión bidireccional existente entre intestino y cerebro es innegable.

6. Teniendo toda esta información en cuenta, pocas dudas podemos tener sobre la importancia del cuidado que debemos tener tanto de nuestra microbiota (desde su programación a lo largo de la ventana de oportunidad como su cuidado y mantenimiento con probióticos, prebióticos y una alimentación saludable) como de nuestra parte emocional (a través de una adecuada gestión del estrés y el desarrollo de la inteligencia emocional). Serán las mejores herramientas para apoyarnos salud y bienestar.

 

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