Establecer normas a la conducta: órdenes eficaces

El objetivo a la hora de establecer límites es conseguir un equilibrio entre mantener un número suficiente de normas y reglas para conseguir una conducta adecuada por parte de los niños y niñas y, a la vez, permitir que desarrollen y practiquen el autocontrol en áreas menos conflictivas. Para esto es necesario conocer y cuidar cómo se establecen y usan estas normas.

 

 

Extremos en la educación familiar

Con relación a cómo establecen los límites, existen dos tipos de extremos en la educación familiar que se suelen asociar con problemas emocionales y de conducta en los más pequeños:

  • Las “familias permisivas”. Son aquellas familias en las que los padres (tutores o figuras de apego) apenas establecen e imponen reglas. De este modo, dejan un gran margen de libertad al comportamiento de los hijos e hijas, ejerciendo escasa o nula supervisión. De hecho, pueden llegar a sentirse culpables cuando requieren que los niños y niñas hagan algo que no quieren hacer. Como consecuencia de este desconocimiento de las normas y comportamientos idóneos y adecuados (ya que nadie se los ha enseñado), se producen conductas inapropiadas y de desobediencia.
  • Las “familias autoritarias”. Se refiere a las familias donde los padres son muy estrictos y utilizan demasiadas órdenes y normas (muchas veces sobre cosas insignificantes). Esta gran cantidad de reglas resulta casi imposible de cumplir para los niños, y muy difícil de supervisar para los padres. Por todo ello, pueden presentarse problemas de obediencia y conducta.

 

 

Las órdenes buenas son aquellas que los niños tienden a obedecer

En muchas ocasiones (y así lo desvelan diversos estudios sobre la materia) las normas que plantean los adultos son innecesarias y/o están mal formuladas, lo que hará que no se obedezcan y, por tanto, que no sean eficaces. Para que cumplan su objetivo, sólo deben darse las normas imprescindibles expresadas de forma adecuada.

Las órdenes eficaces cumplen una serie de características:

  • Son normas reflexionadas. Es decir, se ha considerado previamente si el niño o la niña puede cumplirlas y si es tan importante como para establecer consecuencias en el caso de no cumplirlas. Por tanto, se deben poder supervisar y ser coherentes con nuestro modelo de comportamiento. Es importante recordar que los niños y niñas aprenden la mayoría de las conductas por imitación. Es decir, debemos servir como ejemplo de comportamiento. No tendría sentido pedirle a un niño que “¡NO GRITES!” vociferando y chillando, pues le estaríamos enviando un mensaje contradictorio entre nuestro lenguaje verbal y no verbal (las palabras y el tono).
  • Son concretas, directas y cortas. Se refieren específicamente a la conducta que se quiere conseguir, de manera simple y clara.
  • Se expresan una única vez, sin repetirla de manera constante.
  • Deben formularse en positivo y dar alternativas de comportamiento. Prestar más atención en la conducta deseada que en la prohibición: mejor “haz…” que “no hagas…no hagas…no hagas…”.
  • Debe expresarse con respeto. El tono debe ser firme, pero tranquilo, calmado y agradable. No debe utilizar un tono crítico, enfadado o sarcástico.
  • En el momento idóneo. Una norma inesperada que interrumpe otra actividad tiene menos probabilidad de ser efectiva. Habrá que esperar a terminar la actividad o, en el caso de que consista en dejar esa tarea, es recomendable realizar un aviso previo sobre la norma. De esa manera, el niño (o la niña) anticipará lo que va a suceder y se prepara para el cambio.
  • Uso de “primero… luego…”. En primer lugar transmitir la conducta que se quiere conseguir y luego establecer consecuencias positivas: “cuando acabes de ordenar tu cuarto, entonces podrás ver los dibujos”.

 

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Conclusión

Es importante recalcar que una familia debe construirse sobre una fuerte base de afecto, comprensión y apoyo mutuo. Es fundamental que existan y se creen situaciones y momentos para compartir tiempo y actividades juntos, creando un ambiente familiar relajado y distendido. De lo contrario, los esfuerzos por establecer normas y reglas no tendrán ningún resultado.

De hecho, aún existiendo esta base de apego y estableciendo normas adecuadas, la mayoría de los niños pondrán a prueba los límites y criterios paternos desafiando las reglas familiares. Es la forma de expresar su necesidad de independencia y autonomía y/o evaluar hasta qué punto esos límites son realmente importantes (esta “rebeldía” es una conducta normal y saludable). Las protestas y quejas de los niños y niñas son una de las maneras que tienen de explorar los límites de su entorno y aprender a diferenciar qué conductas son apropiadas y cuáles no. Por esto mismo, resulta fundamental ser consistentes (a pesar de estas posibles desobediencias y riñas) con las reglas impuestas, ya que éstas existen en función de la seguridad y desarrollo de los pequeños (no de la comodidad de los adultos) y permitirán a los niños y niñas diferenciar entre lo bueno y lo malo, así como les ayudará a tener un sentido de estabilidad y seguridad.

 

 

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