¿Qué es el “locus de control”?

El Locus de Control es un término de gran interés en el ámbito de la psicología. Hace referencia a la percepción que una persona tiene sobre las causas de aquello que le sucede en su vida, es decir, hasta qué punto siente que tiene o no la capacidad de controlar, dirigir o transformar acontecimientos importantes que le influyen en su experiencia vital.
Estas creencias subjetivas van a afectar tanto a nuestra planificación y ejecución de actividades, como a nuestra interacción con el entorno. Por tanto, repercutirán en nuestro comportamiento y en nuestros estados emocionales.

 

¿Cuáles existen?

Podríamos considerar esta variable como un continuo entre dos extremos: Locus de control interno y Locus de control externo.

Interno

Si la persona considera que tiene el control de lo que le ocurre, atribuyendo sus éxitos y fracasos a sí misma, tendrá un locus de control interno. Así, la persona confía en sus habilidades, capacidad de esfuerzo y persistencia para transformar la realidad y obtener el resultado esperado. Al entender los resultados como algo controlable, sería posible intentar conseguir casi cualquier objetivo y meta.
Las personas que presentan de manera predominante este locus de control se caracterizan por:
– Tener capacidad para asumir la responsabilidad de sus propias acciones.
– Ser menos influenciables por los juicios y opiniones de otras personas.
– Presentar sentimientos de autoeficacia.
– Trabajar con más dedicación y esfuerzo para conseguir las cosas que se proponen.
– Tener mayor confianza de cara a los retos y desafíos.
– Suelen ser físicamente más saludables.
– Ser más felices e independientes.
– Alcanzar, en general, un mayor éxito académico y laboral.

 

Externo

En el caso del locus de control externo, la persona no considera que tenga el control sobre los acontecimientos de su vida. Serían otras causas y factores externos (otras personas, el azar, el destino, Dios, …) los responsables de su situación y, por tanto, el resultado de sus acciones no depende de sí misma.
Algunas de las características de las personas con un locus de control externo son:
– Consideran que la culpa de sus resultados es de algunas fuerzas externas.
– Atribuyen, de manera frecuente, a la suerte o la casualidad cualquier éxito que obtienen.
– No creen que puedan cambiar su situación a través de sus propios esfuerzos.
– Tendrán expectativas poco estables.
– Sentimientos de desesperanza e impotencia frente a las situaciones difíciles.
– Más baja autoestima y menor satisfacción vital.
– Son más propensos a sufrir indefensión aprendida: cuando los animales y las personas experimentan acontecimientos negativos que consideran incontrolables, aprenden a sentirse indefensos y resignados.

 

¿Qué Locus de Control es mejor?

Muchas investigaciones han demostrado las ventajas de tener un locus de control interno, sobre todo en autodeterminación e iniciativa personal.

El modo en que afrontemos los diferentes sucesos y acontecimientos influirá en nuestra motivación para actuar ante las distintas circunstancias. En la mayoría de las ocasiones, un locus de control interno ayudará a la persona a tomar decisiones y establecer medidas para conseguir sus objetivos (por ejemplo, una persona que quiere estar sana y cuida su salud, un estudiante que se esfuerza por conseguir mejores notas, etc.).

No obstante, es importante recalcar que ninguno de los extremos (interno y externo) es obligatoria y necesariamente bueno o malo. Cada uno puede ser útil en una determinada situación.
En un contexto donde la persona no presenta un nivel muy elevado o una formación muy específica -como un partido de tenis para una persona que no tenga gran habilidad para los deportes- puede ser útil un locus de control externo (“este deporte es muy exigente” o “no tenía el material adecuado”). De este modo, la persona se sentirá más relajada y menos estresada. Si tuviera un locus de control interno excesivo, podría pensar que “soy inútil para los deportes”, lo que le llevaría a estresarse demasiado y evitar participar en situaciones deportivas.

La clave, por tanto, estará en mantener un locus de control interno pero siendo consciente de que existen situaciones y ocasiones en las que no podemos controlar todos los factores por mucho que queramos.

 

Conclusión

El locus de control se sitúa dentro de un continuo entre internalidad y externalidad. Ninguna persona tiene un locus de control 100 % interno o externo, todos nos movemos entre los dos extremos en las distintas situaciones y contextos sociales.
Aunque cada persona presenta una tendencia diferente (a responsabilizarse o no por las acciones propias, a tener un sentimiento mayor o menor de autoconfianza, a ser más o menos independiente o influenciable, a sentirse con confianza ante los retos o ser propenso a la indefensión aprendida), se puede aprender a redirigir. A través de diferentes estrategias de autocontrol (por ejemplo, a través de mindfulness o atención plena) y habilidades sociales, es posible orientar y enfocar el locus de control. De esta manera, conocerás y confiarás en tu capacidad, habilidades individuales y esfuerzo, y controlarás el rumbo de tu vida.

 

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