El estilo de apego desarrollado en la infancia entre las figuras de referencia (en adelante nos referiremos principalmente a los padres) y los niños/as va a tener efecto en todo nuestro desarrollo y estilo de vida: personalidad, forma de actuar, manera de relacionarse, gestión y expresión de las emociones, … Incluso la elección de nuestra pareja.
Identificar nuestro estilo de apego puede facilitar el autoconocimiento, reconociendo los puntos fuertes y débiles propios en las relaciones interpersonales.
Antes de nada, ¿qué es el apego?
El apego tiene un fuerte componente evolutivo, facilitando la supervivencia y asegurando el cuidado, el desarrollo psicológico y la formación de la personalidad. Tal y como expresa Bowlby -considerado el padre de la teoría del apego-: “La propensión a hacer fuertes vínculos emocionales con individuos particulares es un componente básico de la naturaleza humana”.
¿Cómo se forma?
El vínculo de apego se forma en el transcurso del primer y segundo año en diferentes etapas:
- Pre-apego (hasta las 6 primeras semanas). El repertorio conductual del recién nacido se limita a una serie de reflejos automáticos que permiten su supervivencia. No existe un vínculo de apego como tal, aunque muestran preferencia por la voz de su madre.
- Formación del apego (entre las 6 semanas y los 6 meses). Existe una clara predilección por la madre, pero no existe ansiedad ante la separación.
- Apego propiamente dicho (entre los 6 meses y los 18-24 meses). En este periodo aparece el “miedo a los extraños”, manifestando ansiedad y enfado ante la separación de la madre.
- Relaciones recíprocas (desde los 18-24 meses en adelante). Con la aparición del lenguaje y la capacidad de crear representaciones mentales, disminuye la ansiedad al entender que la separación de la madre no supone una ausencia definitiva.
¿Qué tipos existen?
Apego seguro
Se caracteriza por la incondicionalidad, es decir, el conocimiento y la seguridad por parte del niño de que su persona cuidadora no va a fallarle. De este modo, es capaz de separarse de sus padres y, aunque al inicio puede molestarse cuando se van, muestra alegría a su regreso. Manifiesta conductas activas, explorando e interactuando de manera confiada con el mundo.
Los padres de los niños con apego seguro reaccionan de forma rápida ante las necesidades de su hijo, muestran interés y preocupación por mantener una comunicación positiva y un juego conjunto.
Las personas que desarrollan un apego seguro en su infancia suelen ser más empáticas y maduras. Tienen una autoestima sana y gestionan de forma adecuada sus emociones, lo que les permite mantener relaciones sociales íntimas y de confianza duraderas y satisfactorias.
Apego ansioso-ambivalente
En este caso se muestran emociones o sentimientos contrapuestos: no existe una confianza en los cuidadores, lo que conlleva una gran inseguridad. De este modo, se pueden presentar estrés y enfado ante la separación de los padres, pero en su regreso no encuentra consuelo (incluso los rechaza y aleja).
Las figuras de apego se caracterizan por una falta de consistencia en las conductas de cuidado y seguridad, es decir, unas veces se responde de forma adecuada a las demandas mientras que en las ocasiones se ignora por completo.
En la adultez, este tipo de apego provoca dificultades a la hora de interactuar con otras personas, ya que temen que no los quieran o acepten. Se muestran reacios a un mayor acercamiento, pero a la vez esperan recibir una mayor intimidad o vinculación.
Apego evitativo
La clave en este tipo de apego es que los niños asumen que no pueden contar con sus cuidadores, lo que conlleva una evitación de sus padres y un gran sufrimiento.
Las conductas por parte de los cuidadores no han generado una seguridad suficiente, por lo que el niño opta por tomar cierta distancia emocional.
Cuando se convierten en adultos, estas personas tienen dificultades para expresar sus emociones y sentimientos y suelen presentar problemas en la intimidad (mantienen relaciones superficiales por miedo al abandono).
Apego desorganizado
Sería una combinación del apego ansioso y el evitativo: se presentan conductas contradictorias e inadecuadas, a veces con llamadas de atención y otras ignorando y rechazando por completo la figura de apego.
Se da en circunstancias donde los cuidadores han realizado conductas negligentes o inseguras (por ejemplo, en casos de abandono temprano), donde el niño se puede sentir asustado y consolado por la misma figura de apego, lo que se traduce en una gran confusión.
Las personas adultas con este tipo de apego presentan una alta carga de frustración e ira, baja autoestima y escasa confianza en los demás (parecen rechazar las relaciones, aunque en el fondo son su mayor deseo).
Conclusión
Aunque los primeros vínculos tienen gran relevancia en el desarrollo psicoemocional y social de una persona, el apego no es inmutable ni estable a lo largo de todas las etapas vitales. Puede evolucionar y cambiar, a medida que también las conductas de una persona se ven mediadas por las relaciones (de amistad, laborales, de pareja, …) que se van estableciendo a lo largo de los años. En cualquier caso, es importante analizar y reconocer los distintos estilos de apego para desplegar nuestros recursos disponibles y desarrollar estrategias que nos permiten generar vínculos seguros y sanos.
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