Durante el embarazo y el posparto se pueden desencadenar una mezcla de fuertes emociones que oscilan desde la ilusión y la alegría, hasta la ansiedad y el miedo, que pueden ser síntomas estos últimos de depresión posparto. Si bien es cierto que en nuestro país la atención obstétrica es adecuada (garantizando los cuidados necesarios tanto para la mamá como para el bebé), apenas existen cuidados a nivel psicológico a pesar de que existen demandas muy frecuentes como pueden ser:

  • Información y manejo de los “Mitos de la maternidad”. Existen creencias erróneas muy arraigadas en nuestra sociedad y que condicionan todo este proceso: voy a querer mucho a mi hijo desde el primer minuto, tengo que poder con todo, una madre debe ser entregada y generosa…
  • Preocupaciones propias en relación con el embarazo y al bebé.
  • Apoyo social adecuado. Aprender a pedir ayuda cuando se necesite y mantener límites cuando no se requiera.
  • Manejo del tiempo.
  • Aprender técnicas de relajación para manejar la activación fisiológica.
  • Miedo al dolor del parto.

 

Además, la mayoría de las madres primerizas (se estima que hasta un 80%) sienten una alteración del estado de ánimo después del nacimiento del bebé. Generalmente, se pueden observar síntomas como tristeza, ansiedad, irritabilidad, episodios de llanto, sentimientos de inutilidad, culpa, sentirse abrumada, fatiga,… Estas sensaciones -denominadas “Maternity Blues”- se deben a cambios hormonales y ajustes que se deben producir en el posparto: sueño, cuidados del bebé, búsqueda de apoyo social, etc. Pueden durar entre dos y siete días después del parto y se consideran normales.

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El problema aparece si estos síntomas se mantienen en el tiempo y desencadena en la llamada depresión posparto, que sí precisa intervención psicológica.

 

Los síntomas de la depresión posparto

Los síntomas y signos de la depresión posparto son muy variados y pueden incluir:

  • Sentimientos de tristeza, estado de ánimo deprimido.
  • Llanto excesivo
  • Dificultad para relacionarse con el bebé
  • Aislarse de familiares y amigos
  • Disminución o pérdida del apetito
  • Dificultades para dormir (insomnio) o dormir demasiado (hipersomnia)
  • Pérdida de energía o sensación de fatiga
  • Pérdida o disminución del interés y placer en las actividades que solían ser placenteras
  • Miedo a no ser una buena madre
  • Desesperanza
  • Sentimientos de inutilidad, vergüenza, culpa o insuficiencia
  • Disminución de la capacidad de pensar con claridad, concentrarse o tomar decisiones
  • Pensamientos acerca de lastimarte a sí misma o al bebé
  • Pensamientos recurrentes de muerte o suicidio

 

Aunque se denomine “posparto”, en realidad estos síntomas pueden aparecer tanto durante el embarazo (hasta un 50% de los casos empiezan en el periparto) como durante el primer año de vida del bebé.

Es importante tener una buena salud mental para poder establecer vínculos de apego seguro, sanos y afectuosos. Si no se detecta ni se ofrece la intervención y tratamientos oportunos, la depresión posparto puede durar muchos meses, con un impacto devastador tanto para las propias mujeres, como para sus parejas e hijos/as. En los casos más graves, incluso pueden llegar a desarrollar psicosis en el posparto.

 

Los mitos en la maternidad

En nuestra sociedad, la maternidad se nos exhibe como algo maravilloso y sin complicaciones.  Son muchas las frases que escuchamos en esta línea y que fomentan ciertas expectativas sobre lo que será la maternidad: “es lo mejor que te pasará en la vida”, “serás la mujer más feliz del mundo”, “le querrás más que a nada”…

Tras nueve intensos meses de espera (llenos de cambios físicos y emocionales) todo está preparado para la llegada del nuevo miembro de la familia a su casa. Seguramente se haya asistido a clases de preparación al parto y, a pesar de la incertidumbre, se hayan resuelto la mayoría de las dudas sobre el parto y los primeros cuidados del bebé.

Habrá habido muchas consultas y una buena atención médica durante toda la gestación. Sin embargo, habrán estado muy centradas en los aspectos físicos, y es probable que algunos síntomas psicológicos (como alteraciones emocionales) hayan pasado desapercibidos.

Por fin, tras el parto, llega el momento de abandonar el hospital y empezar una nueva etapa con la idea de aprovechar y vivir la maternidad al máximo, porque “el tiempo pasa volando”.

Sin embargo, no todo es tan extraordinario, y aunque se está feliz con en bebé en casa, en ocasiones se percibe la necesidad inexplicable de llorar, sentimientos de frustración y pensamientos sobre si se estaba preparada o si era el mejor momento para la aventura de la maternidad.

Toda la información y la publicidad previa hacen referencia a bebés sanos, rollizos, sonrientes… Y, aunque es cierto, también aparecen las primeras dificultades: gases, lloros y problemas para identificar las señales de los bebés. Todo ello hace que broten sentimientos de sobresaturación o cansancio.

Empiezan las dudas y las preocupaciones: no se sabe si será una buena madre, si es normal que el bebé irrite y a veces se pierda la paciencia. Existen sensaciones de que a veces no disfrutas tanto como se debería la maternidad o si se podrá hacer frente a las nuevas obligaciones. Existe un choque entre las expectativas creadas y la realidad. Y esto genera mucho malestar y sufrimiento.

Además, el estigma relacionado con la salud mental dificulta que se pueda expresar abiertamente cómo se siente sin miedo a ser juzgada. Puede que incluso, en alguna exposición del caso, las respuestas hayan sido: “eso es normal”, “solamente es cansancio”, “se pasará”…

En este punto, es necesario identificar los mitos de la maternidad ideal y ajustar las propias expectativas para asimilar los cambios reales que supone la llegada de un bebé. Esto permitirá desarrollar las estrategias de afrontamiento adecuadas, ajustadas y suficientes.

 

Conclusión

El malestar anímico después del parto es muy común debido a las dificultades de adaptación a un cambio tan grande como la llegada de un hijo y, además, por el cambio hormonal. Sin embargo, si esos síntomas persisten, son muy intensos o interfieren en el funcionamiento de la vida cotidiana, es posible que sea necesario algún tipo de apoyo psicológico. Buscar soluciones evitará que se perpetúe el problema.

 

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