Introducción

La asertividad es un término muy ligado a la inteligencia emocional y la comunicación. Podríamos definirlo como “la habilidad de expresar nuestros deseos de una manera amable, franca, abierta, directa y adecuada, logrando decir lo que queremos sin atentar contra los demás. Negociando con ellos su cumplimiento».

En otras palabras, es tener una comunicación efectiva, donde transmitamos nuestras emociones, deseos y opiniones de manera firme, pero respetuosa y empática, tanto con los demás como con uno mismo.

 

¿Qué son los derechos asertivos?

Los derechos asertivos son el pilar fundamental sobre el que se asientan la asertividad y el autorrespeto. Nos permiten defender nuestra dignidad, intereses y aspiraciones frente a exigencias externas, pero siempre con el máximo respeto hacia los demás y hacia uno mismo, sin comportamientos violentos, agresivos o defensivos.

Los derechos asertivos son inherentes a las personas. Es decir, cualquier ser humano los posee por el simple hecho de existir. Y quizás por el hecho de ser algo tan primordial (o por aprendizajes sociales que interiorizamos como “debes ser siempre agradable”, “debes ser siempre paciente”, etc.), en muchas ocasiones los podemos subestimar o ignorar, dejando que otras personas pasen por encima de ellos.

“Los derechos asertivos son declaraciones sobre nuestra verdadera responsabilidad para con nosotros mismos y la aceptación de nuestra condición como seres humanos, que señalan los límites prácticos de lo que los demás pueden esperar de nosotros” (Smith, 1975)

¿Cuáles son los derechos asertivos?

No existe una única lista de derechos asertivos aceptada y consensuada universalmente, ya que son muchos los autores que han intentado delimitarlos y definirlos. La mayoría se basa en las “ideas irracionales” (sesgos o errores del pensamiento) de Albert Ellis, por lo que todas las enumeraciones tienen grandes similitudes entre sí y muchos derechos en común.

En este caso, vamos a basarnos en la lista de derechos propuesta por primera vez por Manuel J.Smith en su libro “Cuando digo NO, me siento culpable”:

 

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    1. Derecho a ser tu propio juez. Es el derecho fundamental, de la que se derivan el resto. Hace referencia al derecho a tener nuestros propios pensamiento, emociones y comportamientos, y a tomar la responsabilidad de su puesta en marcha y sus consecuencias. Esto nos libera de lo que “se debe o no debe hacer”.

     

    1. Derecho a no dar explicaciones o excusas para razonar nuestra conducta. Si tenemos nuestra propia opinión, valores y creencias, no tenemos por qué justificarnos ante los demás ni intentar convencerles.
      Es importante recalcar que las otras personas también tienen el derecho asertivo de expresar su opinión sobre tus pensamiento y comportamientos.

     

    1. Derecho a valorar si nos incumbe la responsabilidad de encontrar soluciones para los problemas de otras personas. Esto es, buscar la forma de encontrar soluciones que permitan tanto respetar nuestros intereses como los de los demás. En el caso de que no exista una fórmula para ello porque ambas posturas entrasen en conflicto, tenemos derecho a anteponer nuestras necesidades por encima de las ajenas.

     

    1. Derecho a cambiar de parecer. Cada situación se puede entender desde diferentes perspectivas y, por tanto, cada persona tiene derecho a cambiar de opinión.

     

    1. Derecho a cometer errores y a ser responsable de ellos. Tomar conciencia de nuestros propios errores, asumiendo los fallos como parte de la naturaleza humana y aprendiendo de ellos. Este derecho nos ayudará a liberarnos de las tan pesadas culpas asociadas.

     

    1. Derecho a decir: «No lo sé». Nadie tiene el conocimiento total sobre algo. Por tanto, no estamos obligados (ni podemos) tener respuestas para todo. Aceptar esta realidad nos hará afrontar las dudas con tranquilidad y paciencia.

     

    1. Derecho a no necesitar la aprobación de los demás. Como seres sociales que somos, nos gusta agradar a las otras personas. Sin embargo, debemos ser conscientes de la imposibilidad de poder agradar y/o gustar a todo el mundo (al igual que nos ocurre a nosotros mismos). En este sentido, es fundamental ser fiel a uno mismo (nuestros propios principios y valores), a pesar de que puedan conllevar a la antipatía de otros.

     

    1. Derecho a tomar decisiones ajenas a la lógica. Podemos tener elecciones, metas y objetivos que, aunque difieran de la lógica de la mayoría de las personas, resulten acordes y coherentes con nuestra propia escala de valores y criterios.

     

    1. Derecho a decir: «No lo entiendo». No tenemos la obligación de adivinar y comprender lo que otras personas necesitan y esperan de nosotros.

     

    1. Derecho a decir: «No me importa». Ni somos perfectos, ni tenemos que aspirar a serlo. Lo importante es estar satisfecho con nosotros mismos y nuestras actuaciones y, en el caso de no ser así, poder juzgar si deseamos cambiar o no.

 

Conclusión

Todos estos derechos se supeditan al derecho a decidir si quieres ejercerlos o no, siendo ésta siempre una elección personal. Sin embargo, sólo si tenemos el conocimiento y la capacidad asertiva para ponerlos en práctica podremos elegir con verdadera libertad. De no ser así, estaremos confundiendo cortesía con incapacidad para actuar de manera asertiva.

 

 

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