Introducción

A lo largo de nuestra vida se suceden una serie de etapas y circunstancias que no siempre son tan positivas como esperábamos. En estas situaciones tenemos dos opciones: la primera es transformar aquellas cosas que son susceptibles de ser modificadas; la segunda es hacer frente a aquellos acontecimientos y problemáticas que no podemos cambiar. Esta segunda opción no es un proceso sencillo ni fácil. De hecho, es probable que afloren en nosotros mismos sentimientos de frustración, tristeza y rabia, e incluso nos embargue la impotencia si consideramos que no podemos hacer nada para alterar esa realidad.

La evitación experiencial

Este término hace alusión al intento de cambiar experiencias privadas (sentimientos, recuerdos, molestias físicas, etc.), aún sabiendo que es imposible y que, de obtener algún resultado, será demasiado costoso (en tiempo y esfuerzo). Las personas intentamos manejar estos eventos privados que nos crean malestar como si fueran cosas que están en nuestro control y, por tanto, fueran objeto de cambio y/o modificación a nuestro antojo. Pero esto no es así, ya que forman parte de uno mismo.

Además, el hecho de luchar contra esas experiencias no hace más que fortalecerlas, lo que nos lleva a la siguiente paradoja: al intentar no pensar en “algo”, ya estamos enfocando nuestra atención en ese “algo” para intentar mantenerlo alejado, lo que hace que siga permaneciendo presente, incluso con más relevancia.

Un ejemplo de ello lo encontramos en la curiosa anécdota que circula sobre Leo Tólstoi. Según esta historia, cuando el escritor era pequeño, su hermano mayor le mandó sentarse en un rincón y no levantarse hasta que dejase de pensar en un oso blanco. Como buen niño inocente, Tólstoi se pasó un largo tiempo allí sentado, sin conseguir eliminar de su mente a ese oso blanco. Todo lo contrario: cuanto más intentaba bloquear la imagen mental de ese animal, con más intensidad se presentaba.

¿Lo intentas poner en práctica?

 

Interior aceptación Sagüés psicología Oviedo

 

 

La aceptación: alternativa a la evitación experiencial

La aceptación es otra forma de enfrentar las situaciones no deseadas de nuestra vida. Consiste en reconocer y asumir que esas circunstancias no son objeto de modificación y, por tanto, debemos integrarlas en nuestra historia de vida sin excusas ni protestas. Además, la aceptación supone obtener una lección de cada experiencia, aprendiendo a convivir con nuestras sensaciones internas (aunque sean dolorosas) y buscando nuevos caminos que nos permitan seguir adelante. Todo ello nos ayuda a fortalecer nuestra tolerancia a los errores, pérdidas o crisis vitales.

 

Pero… ¿Es lo mismo aceptación que resignación?

La respuesta a esta pregunta es un no rotundo. La resignación supone sentir que no se puede hacer nada resolver una situación, lo que conlleva una falta de búsqueda de soluciones, una falta de acción total. De este modo, una persona quedaría atrapada en esa situación problemática, sin hacer nada al respecto y compadeciéndose de si misma.

La aceptación es diferente a la tolerancia, la resignación, el aguante o el fatalismo. Implica una elección de las experiencias y circunstancias tal cual ocurren, con conciencia plena, asumiendo una postura abierta, curiosa y flexible. De este modo, la aceptación permite integrar tanto las experiencias agradables como aquellas que nos producen malestar, pues son parte de un todo, de la vida misma, de nuestra vida.

 

Conclusión

Estas formas de afrontar la realidad se pueden aplicar a una gran diversidad de situaciones: un proceso de duelo por el fallecimiento de un ser querido, una pérdida de trabajo, una ruptura amorosa, problemas de salud física, dificultades de la vida, sentimientos de tristeza/ansiedad, …

Gran parte de lo que vivimos depende en mayor medida de la forma en que interpretamos las circunstancias que en los propios acontecimientos en sí. Si mantenemos una actitud de aceptación de todo lo que nos ocurre, seremos los dueños/as de nuestras propias vidas, superando los obstáculos y encontrando la fuerza y el sentido de nuestra existencia más allá de los problemas, las situaciones difíciles o el malestar. Si, por el contrario, mantenemos una actitud de resignación, el dolor y el sufrimiento permanecerán con nosotros/as siempre.

 

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